19.2.12

Octavo documento. Las relaciones no interesadas: la familia y la amistad

BLOQUE II
LA PERSONA SINGULAR EN SUS RELACIONES CON LAS DEMÁS


- Las relaciones no interesadas: la familia y la amistad

Lo que hace única a la institución de la familia es que (siguiendo al filósofo alemán Hegel) es, en principio y si nada la corrompe, el lugar donde impera el obrar por desinterés y por respeto a los miembros de la misma en tanto que personas y nada más que personas.  Los egoísmos personales se ven refrenados en la familia, donde es habitual ponerse en el lugar del otro.  Los padres no tienen a los hijos para nada en concreto, sino porque sí.  Las leyes respetan esta condición especial de la familia y por eso no se puede obligar a una persona a testificar en un juicio contra su cónyuge y el hecho de cometer un delito por mantener a la unidad familiar puede ser tenido en cuenta como un atenuante, es decir, una razón que el juez o la jueza pueden tener en cuenta a la hora de reducir la condena.

Para examinar las relaciones de amistad seguiremos a Aristóteles, cuyos criterios siguen siendo tan válidos como hace más de dos mil años.  Lo citamos directamente:

Igual que los que se aman desean, por encima de todo, verse, lo que más buscan los amigos es la convivencia. Amistad es, en efecto, convivir, y desear para el amigo lo mismo que para sí. Igual que nos resulta agradable la sensación de vivir, nos resulta grata la vida de nuestros amigos, y por eso buscamos su compañía. Y aquello en lo que ponemos el atractivo de la vida es lo que deseamos compartir con ellos. Por eso unos beben juntos, otros disfrutan con el mismo juego practican el mismo deporte, o salen de caza, o charlan sobre filosofía. Y todos ellos pasan el tiempo junto aquello que más les gusta de la vida. Porque para convivir hay que buscar lo que favorezca la convivencia.



Por eso es peligrosa la amistad entre hombres de mala condición, pues se asocian para cosas bajas, y se vuelven malvados al hacerse semejantes unos a otros. En cambio, es buena la amistad entre los buenos, y los hace mejores conforme aumenta el trato, pues mutuamente se toman como modelo y se corrigen. Los malos prefieren los bienes materiales a los amigos, pues no aman a las personas más que a las cosas. El amigo resulta para ellos un accesorio de las cosas, y no las cosas un accesorio de los amigos.

Puede ser objeto de predilección lo que es bueno, agradable o útil. Por eso hay diversas clases de amistad. Pero nunca será amistad el gusto por los objetos, porque no hay reciprocidad ni se desea el bien del objeto. Se desea el vino, pero no el bien del vino; en cambio, debemos desear el bien del amigo. Y hay amistad precisamente cuando esa benevolencia es recíproca.

La amistad por interés no busca el bien del amigo, sino cierto beneficio. Tampoco los frívolos son desinteresados, pues buscan su propio agrado. Estas amistades no son auténticas, y son fáciles de disolver cuando el amigo deja de ser útil o agradable.

La amistad interesada parece darse sobre todo en los viejos, y en los hombres maduros y jóvenes, que buscan la propia conveniencia. Tales amigos no suelen convivir mucho, pues sólo se estiman el uno al otro en la medida en que tienen esperanzas de beneficio.

En cambio, la amistad entre los jóvenes suele tener por causa el sentimiento de agrado y las ganas de pasarlo bien. Eso es lo propio de la juventud, y por eso los jóvenes son amigos y dejan de serlo con facilidad, pues el sentimiento cambia fácilmente.